El Consejo de Gobierno ha tomado conocimiento de las nuevas ayudas, publicadas el 6 de mayo en el Boletín Oficial de la Junta de Andalucía (BOJA), que respaldan las medidas de ‘Agroambiente y Clima’, del Programa de Desarrollo Rural (PDR). Esta convocatoria, gestionada por la Consejería de Agricultura, Ganadería, Pesca y Desarrollo Sostenible, supone una cuantía de 40,8 millones de euros y se enmarca dentro de la reprogramación de los fondos del período transitorio de este plan europeo.
En concreto, se ha reformulado la ayuda contemplada anteriormente en el PDR para la conservación de aves que viven en los arrozales. El objetivo es aumentar la eficiencia del uso de los recursos hídricos a través de la reducción significativa de la superficie que los agricultores deben mantener inundada para poder acceder a las subvenciones. Además, se han flexibilizado algunos requisitos y ha crecido el importe de ayuda por hectárea. El presupuesto de esta convocatoria roza los 19 millones de euros para tres anualidades y se estima que las ayudas alcanzarán a 996 explotaciones que reúnen una superficie total de arroz de 37.866 hectáreas.
Por otro lado, se ha abierto el plazo para solicitar incentivos que respalden la aplicación de una enmienda caliza a los suelos, lo que contribuye a prevenir y controlar la podredumbre en formaciones adehesadas. La superficie mínima de actuación para acceder a los incentivos, que pueden superar los 180 euros por hectárea, es de 5 hectáreas de formación adehesada. El presupuesto para 2022 supera los 21,8 millones de euros y se estima que la superficie susceptible de acogerse a estas ayudas ronda las 362.750 hectáreas.
Las dehesas pueden verse afectadas por la falta de regeneración del arbolado, por el empobrecimiento o el síndrome de decaimiento del suelo o por la podredumbre radical. Un patógeno es el causante de esta última enfermedad que está atacando a nivel mundial y provoca la muerte masiva de las raíces absorbentes de las plantas, que son las encargadas de tomar el agua y los nutrientes del suelo, por lo que se produce un decaimiento del arbolado y, en los casos más graves, su muerte. Diversos estudios han demostrado que la fertilización cálcica o enmiendas calizas reducen la capacidad infectiva de este patógeno.