Elogio de las cucurbitáceas

Qué sería del ser humano, con la famosa «ola de calor«, si no fuera por la ayuda que prestan las cucurbitáceas, una familia de plantas que aportan una gran cantidad de hidratantes líquidos desde sus carnosas entrañas. Tajadas que rezuman un líquido rico en agua, vitaminas, fibras, minerales, etc. muy bajo en calorías, y que resultan un dulce, exquisito y refrescante bocado, cuando, con «la ola de calor«, se extrae de la nevera. Igualmente convertidas en batidos, zumos, o simplemente de postre en un restaurante.

Como ya habrán podido adivinar, nos estamos refiriendo al melón y a la sandía. Recientemente han sido establecidos como referentes o metáforas de la subida de los precios ocasionados por la inflación.

Pero esta familia de cucurbitáceas cuenta con muchos más miembros, entre los que encontramos a los pepinos. ¿A quién no le apetece una refrescante ensaladilla de pepinos, solos con aceite y sal, o bien acompañados de cebollita o de yogurt? Algunos prefieren de aderezo el limón y el cilantro.

Y qué decir de la sabrosa crema de calabaza o de calabacines, o de unas suculenta fritura de berenjenas recubierta de miel negra, o de la ayuda que pueden ser para nuestra digestión unos ricos pepinillos encurtidos en vinagre.

Este nombre desconocido, para una familia de frutos tan conocidos, incluye al parecer numerosas especies distintas (algunos autores hablan de más de setecientas), y es una familia procedente del sur de América, preferentemente de zonas tropicales o subtropicales.

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